La Espiral del Silencio

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La universidad española parece haber tomado como paradigma la famosa teoría de Elisabeth Noelle-Neumann sobre el control social a la hora de establecer el sistema de voto ponderado de elección a Rector, asumiendo como mayoritaria y dominante la posición de los profesores doctores con vinculación permanente a la universidad frente a los demás sectores de la comunidad universitaria, en franca desventaja. Todo ello respaldado por una Ley Orgánica y por los Estatutos propios de cada universidad, dotando de legalidad una situación, cuanto menos, de indefensión.

Harvey Firestone, el gran magnate americano de los neumáticos, contemplaría entre absorto y maravillado la llanta dinamométrica, que ilustra este editorial y que los chicos y chicas del INSIA han estado desarrollado para medir fuerzas y momentos en su contacto con la carretera, de una forma que hace 150 años apenas se atisbaba.

La rueda es uno de los grandes inventos de la humanidad. Es posible que no exista nada más perfecto que la geometría del circulo. Sin embargo, este por sí mismo se presenta con una perfección estática, permanente, inmóvil. Necesita de ese impulso vital que lo dinamice y dote de movimiento. Y es precisamente ahí, cuando nuestra figura se torna en otra más trascendente: la espiral.

Un símbolo visual tan potente, que es permanencia y evolución al mismo tiempo. La politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, con su teoría de la espiral del silencio (1977), supo aprovechar su fuerza para explicar como muchos individuos optan por no manifestar su opinión si perciben que en su entorno esta es minoritaria. Y aunque la autora toma la opinión pública como forma de control social y posición dominante, es fácil extrapolarlo a la realidad que vive la universidad española en general y la nuestra en particular. ¿Qué sucedería si aplicásemos esta magistral teoría al desigual sistema de elección a rector que se impone a la comunidad universitaria? A diferencia de la teoría de Noelle-Neumann, donde la posición del individuo en relación con la mayoría siempre es voluntaria, el procedimiento de elección al máximo responsable en la universidad no lo es, asegurándose el control de los distintos sectores universitarios – y por tanto de sus opiniones – mediante una ley orgánica y unos estatutos, ya sesgados desde su concepción. Sin la posibilidad de salirse del coto ponderado impuesto a los distintos estamentos, los actores universitarios con menor representación siempre estarán abocados a expresarse como minoría.

Nuestra universidad, a semejanza del resto, juega con los siguientes porcentajes:

  1. a) Representación del profesorado y personal investigador.
  2. I) Profesores doctores con vinculación permanente a la Universidad Politécnica de Madrid: 51%
  3. II) Resto del profesorado y personal investigador: 16%.
  4. b) Representación de los estudiantes: 24%.
  5. c) Representación del personal de administración y servicios: 9%

Estos sectores conforman los pilares sobre los que se sustenta la comunidad universitaria; el peso total de esta mesa estaría distribuida sobre cuatro patas de distinto grosor. El desequilibrio es evidente y la desventaja de unas respecto a otras insultante. El resultado de una mayoría manifiesta suele redundar con frecuencia en una endogamia encubierta. Lealtades y votos se circunscriben a un único actor. No sentirse comprometido de responder a todos los electores al mismo nivel acaba convirtiendo el juego en una partida con las cartas marcadas.

No hay que olvidar nunca que la universidad es una institución compuesta por personas, y el voto de cada una de ellas, con independencia del estamento al que pertenezcan, debe tener la misma validez que el resto o cuanto menos, dada la idiosincrasia de la universidad, estar dentro de una proporcionalidad equitativa. Lo contrario resultaría ser meramente una capa de barniz democrático en forma de sufragio universal, para disimular un vasallaje propio del medievo, con lo cual se acrecentaría, si cabe más, la brecha entre una mal entendida élite académica y el resto de la comunidad universitaria.

La asimilación de las leyes y las normas nos ayudan con frecuencia a entender lo que somos a través de lo que fuimos, y estas deben evolucionar para que nosotros podamos evolucionar con ellas como la espiral que somos, como la espiral que nunca se debe detener.

Photo by Santiago Villamediana